Por Carlos Villalobos
Pongamos todo en perspectiva
En las aulas de Inglaterra, los teléfonos celulares están en la mira. Una nueva medida, que algunos desean convertir en ley, otorgaría a los profesores el poder de prohibir el uso de estos artefactos incluso durante los recreos. En un esfuerzo por combatir las distracciones y mejorar el comportamiento de los estudiantes, se están planteando normas más estrictas en las escuelas británicas.
La propuesta, aunque escandalosa para algunos, no es nueva. De hecho, si se realiza una breve búsqueda en Internet, se descubre que este tema ha sido debatido durante muchos años, al menos en el Reino Unido.
Desde hace tiempo, educadores, padres y expertos han expresado preocupaciones sobre el impacto negativo de los teléfonos celulares en el entorno educativo.
De acuerdo a expertos alumnas y alumnos ingleses uno de cada tres estudiantes de secundaria afirma que los teléfonos se utilizan en la mayoría de las clases sin permiso, lo que plantea preocupaciones sobre su impacto en el rendimiento educativo. Además, el acceso a las redes sociales puede exponer a los jóvenes a contenido inapropiado o perjudicial, como lo demuestra trágicamente el caso reciente de Brianna Ghey, una joven trans asesinada en 2023. Su madre, Esther Ghey, ha hecho un llamado a una prohibición total del acceso a las redes sociales para menores de 16 años, argumentando que su hija estaría viva hoy si sus asesinos no hubieran tenido acceso a contenido violento en línea.
Estas preocupaciones han llevado a un debate cada vez más acalorado sobre si los teléfonos celulares deberían ser expulsados de las aulas. Por un lado, algunos argumentan que los teléfonos celulares son una fuente constante de distracción y que su presencia en las aulas interrumpe el proceso de aprendizaje. Por otro lado, existen preocupaciones sobre la efectividad y la equidad de una prohibición total de teléfonos celulares en las escuelas.
¿Es justo castigar a todos los estudiantes por el mal uso de unos pocos? ¿Y qué pasa con las situaciones de emergencia o las necesidades educativas especiales que requieren el uso de dispositivos electrónicos?
La propuesta también plantea preguntas sobre la responsabilidad de los padres y la industria tecnológica en la educación de los jóvenes.
¿Deberían las empresas de telefonía móvil asumir más responsabilidad para ayudar a los padres a proteger a sus hijos en línea? ¿Y qué papel juegan los padres en la supervisión y el control del uso de los teléfonos celulares de sus hijos?
En última instancia, la cuestión de si los teléfonos celulares deberían estar permitidos en las aulas es un debate complejo que plantea importantes preguntas sobre la educación, la tecnología y la responsabilidad.
Mientras tanto, las escuelas británicas se enfrentan a la difícil tarea de equilibrar la necesidad de mantener un ambiente de aprendizaje seguro y productivo con el derecho de los estudiantes a acceder a la tecnología moderna.
Aunque esta problemática está ocupando un lugar destacado en la agenda educativa de Inglaterra en este momento, no podemos considerarla como un hecho aislado. En México, por ejemplo, si bien puede que no esté recibiendo la misma atención mediática, el uso de teléfonos celulares en las aulas también es motivo de preocupación para educadores, padres y autoridades.
La omnipresencia de los dispositivos móviles en la vida cotidiana de los jóvenes mexicanos plantea desafíos similares en términos de distracción, acceso a contenido inapropiado y debate sobre la regulación de su uso en entornos educativos. Por lo tanto, aunque las circunstancias y los enfoques pueden variar de un país a otro, es evidente que la intersección entre tecnología y educación es un tema global que requiere atención y reflexión en diversas partes del mundo.
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